Ahí estaba yo, en la ceremonia de inicio de clases en una de las escuelas de magia más importaste de Europa, Durmstrang. Se caracterizaba por ser un acto no público pero que podían ser participes de este mismo los padres de los recién ingresados cuyos promedios al graduarse fueron los más destacados en el transcurso de sus años hasta el momento de su graduación. Yo, con mi humor típico, arrogante, poco social cuyo propósito en ese momento era seguir vacacionando en una de mis casas de Europa, {si… mi familia era de la alta sociedad con una increíble posición económica que no les llegó por suerte, sino por el arduo trabajo de mi abuelo, luego de mi padre quien heredó el control total de la compañía, ahora en su mandato los ingresos familiares habían triplicado su cantidad}, y no estar perdiendo mi tiempo en llegar a ser un destacado mago, era lo que menos me importaba pero a mi padre no, claro que no, desde chico fue él quien me metió en todo aquello que involucre la magia y a donde el razonamiento de ninguna insignificamente mente muggle podía llegar. En ese momento era él quien me acompañaba, detrás de mí sin dirigirme ninguna palabra como a ninguno de los presentes, su personalidad hacia la de su hijo era la misma que a cualquier otro ajeno a la familia, siendo heredero de su sangre me trataba como cualquier lacayo, no le gustaba mostrar cariño pero si mantenía el respeto que de generaciones se fue intensificando. Aunque generalmente realizaba acciones indirectas que fueron marcando diferentes etapas de mi niñez y me fueron transformando en la persona que en ese momento era. Siempre me repetía que mostrando cariño hacia un hijo lo haría mas sensible y débil al paso de sus años, transformándose en un bueno para nada en lo que restaría de su vida. Por eso mantenía cierta distancia conmigo. Mi mirada reflejaba odio y a la vez temor por ser mi primer año, pero me mantenía inmune a cualquier reflejo de emociones que pudiera proyectarse en mi rostro, carente de sensibilidad. El ambiente no era para nada alegre, tampoco era que me iba a esperar flores, globos y sombreros de bienvenida. Tan solo se podía escuchar la voz del director relatando la mística historia de Durmstrang y sus propósitos logrados durante los años en que la institución estuvo vigente, sumado las expectativas a lograr en este año que entraba. Nunca antes había visto tal organización para la asignación de casas, digo… no era el único con humor por el piso que se podía notar en el lugar, todos en silencio… un silencio tétrico que cada tanto era interrumpido por las palabras frías y siseadas del director. Giro mi cabeza hasta clavar mis ojos en los de mi padre. Éste al ver lo que hago baja su rostro hasta clavar sus temibles ojos color azul agua en los míos, emitiendo un gesto en seco, arrogante, dándome a entender que prestara atención a la ceremonia. Volví lentamente mi vista hacia delante maldiciendo por dentro. Mi atención es captada por aquellos jóvenes cuyos nombres son pronunciados en un tono elevado por un viejo decrépito, arrugado y con apariencia de vagabundo en cuyas manos yacía un papel desprolijo en donde al parecer retenía la información de los novatos de este año. Al llegar al estrado tras subir tres peldaños el director le tiende un cuchillo bastante llamativo al alumno en cuestión. Este se acerca a un estandarte en donde la llamarada de fuego, característico por encenderse solo en ceremonias de inicio de clases, se mantiene en su máximo resplandor, amenazante. Este se hace un corte en la palma de su mano y deja correr la sangre hasta que una gota cae justo en el fuego. Tras observar atónito la situación vuelvo en sí al momento que escucho mi nombre. Mi padre se acerca hasta donde donde estaba... implicando tan solo un corto paso y posa su mano en mi hombro. Ahora es el momento en el que empiezo a caminar directo al estrado, con pasos cortos y firmes y la cabeza en alto concierto aire de superioridad. Wingfield, aquel apellido que mi padre me hizo venerar y estar orgulloso de portarlo en el nombre. Objetivo: Hacerlo valer sin defraudarlo. Tomé el cuchillo tendido por el director, me acerco a la llamarada de fuego. Tomo el cuchillo con mi izquierda y lo acerco hacia la palma de mi mano. Con tan solo rozar la piel con el filo un tajo un tanto pronunciado se hace notar. Un dolor medianamente insoportable me carcome por dentro pero no podía mostrar signo alguno, no podía rebajarme a una insignificante daga por tan solo un corte. Trague saliva para disminuir mis ganas por quejarme. Giré la palma de mi mano hasta dejar que el chorro de sangre entre en contacto con el fuego. Un espiral de humo comenzó a emanar consuma velocidad dando forma al supuesto animal que adornaba el escudo de la casa que me había tocado.
Mar Mar 29, 2011 6:45 am por Invitado
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